domingo, 25 de febrero de 2018

De los opuestos sólo elijo uno

Pero ¡ay de los vivos que nos quedamos! 
Si pudiera destrozar la tierra y arrugar los cielos. Empujar a un lado las nubes y a otro las tormentas. Si pudiera yo devolverte la risa, un faro en tus madrugadas, una cometa para cada una de las veces que el lamento se te adueña.
Si pudiera, ahora, abrazarte lento y devolverte aquí, a este lado del verso donde el verbo se mueve y ríe y danza. Si yo pudiera devolver a los muertos esta vida, la mía, tan resuelta, tan desbocada, tan henchida de vértigo y flores de almendro. Y subirte a la cumbre de los árboles y zarandear el tiempo, devolver al pasado un poco de ahora. De mañana. De luego. 

Déjame decirte que es injusta la sombra de los cipreses, que es desmesurada la oscuridad para unos ojos tan poco acostumbrados al duelo. Si yo pudiera traerte de nuevo desde el sombrío fondo a esta orilla repleta de aguas y movimiento. Si pudiera arrinconar el llanto de los que duermen sin que ahora haya nadie al lado, traer los ronquidos de nuevo, los cabellos en la almohada, las medicinas, los vasos en los cuales un estómago se llenaba. 

Si pudiera, hermano, amigo, sacarte de donde ahora sigues vivo y parirte aquí, como si nada hubiera pasado, continuar despierto, abrir los párpados, soplar en tu boca y hacerte nacer aquí como si nada nos hubiera derrumbado. 

Créeme que lo haría, sin dudarlo lo haría, para salvar a los que se quedaron huérfanos de lo que antes de tu muerte parecía ser mucha más vida que esta.  



Los opuestos son parte de lo mismo

No es justo, decía mientras cogía un caramelo de la mesa auxiliar de la esquina. 

Los del tanatorio saben que los caramelos de colores distintos con sabores iguales logran aliviar los malos tragos. No es justo, decía mirando al frente, hablando con el espíritu imaginario que debe mover los hilos, las riendas, el de los finales aleatorios para la vida que creemos tan nuestra. 

Ramón, tienes suerte todos los días del año, de este y de los anteriores. Tienes suerte los lunes, los miércoles, los tristes domingos por la tarde. Toda una vida de suerte, respirando, andando, tragando. Con toda esa gente a tu alrededor que te quiere, que no te abandona con el primer tren que pasa. Todos esos alimentos en la nevera, tus pantalones preferidos planchados en el armario. Porque tienes luz, Ramón, a través del enchufe y en el corazón. Tienes la luz del pasillo, los ojos de Elvira y todos los problemas que te inventas y que después se solucionan. 
Él se ha ido. Hoy. Un día llega y se te muere en un accidente. Y dices que la vida no es justa. Que te llena los bolsillos de hilos sueltos, de flecos al viento, de soles de invierno, de lluvia fresca, de tristeza, de dolor de mandíbulas por risas efímeras, de los guisos de tu madre, de los ríos corriendo, del mar esperando. Que no es justa, Ramón, que no es justa. Como si vinieras con derechos, con varios merecimientos escritos en tu sangriento cordón umbilical. Esto es la vida, Ramón, yendo y viniendo. ¿Lo entiendes? Da igual, tanto si lo entiendes como si lo rechazas, todo va a ocurrir igual. Te llega, creces, te transformas. Sólo se trata de eso, de admirar el desastre inigualable alrededor mientras tú, milagro andante, formas parte de todo esto sin tener ni la más remota idea de porqués ni ni cómos ni cuándos

No es justo, dice Ramón, el caramelo rosa debería saber a fresa y no a esto tan amargo. 



viernes, 23 de febrero de 2018

No te vayas nunca del todo

Gracias por hacerme llegar el espacio libre que te llena ahora, por la música con imágenes que no miro pero que llegan y me llenan. Gracias por no irte del todo a pesar de mi adiós selectivo. De mi despedida de besos y caricias de las que tú sentías. 

Es extraño conservarlo, al amor me refiero, tan intacto como el primer día pero despojado ahora del deseo carnal del otro, del deseo íntimo del otro, del deseo romántico compartido. 

Gracias por la brisa en calma que te llena ahora fugaz o esporádica. 

¿Sabes qué? Siempre la tenemos dentro, somos el sol que no se apaga y entre él y nuestra mente, todos los demás estados. Nublado, oscuro. Brumosos los alrededores. 

Gracias por dejar que me cuele en tu atardecer como me dejaste colarme en lo que empezó a ser un verano nuestro amaneciendo. Lo fuimos, en nuestros tres millones de años que pasaron en apenas tres meses, lo fuimos. Y te doy las gracias por ello. 

Podemos llorar ahora, nos está permitido en todos los después que vivimos. Lloremos si quieres. Si tuviésemos un botón para cambiar los colores del cielo ni tú ni yo le daríamos por muy grises que despertaran las nubes. Lloremos con el rumor de la calma inundando el llanto, verás como luego el espacio libre será aún más ancho. 


sábado, 17 de febrero de 2018

Aguas firmes

Hablamos del mar cuando las aguas son tristes, cuando tengo marea dentro y, enfurecido, el corazón quiere saltar por la borda. 

Hablamos del mar para entender las olas de la vida, la que llega, la que se queda, la que se pasea por delante de tus narices sin preguntarte si esto, si eso, si mírame, ¿te gusta así?

Hablo del mar para entender la calma y la tormenta. Para tener como punto de referencia el timón de mi pequeño barquito de papel en el Atlántico. Papel de fumar, papel franqueable, papel mojado; nada. 

Me voy al mar cuando no queda nada para seguir sabiendo que nadar en tierra firme siempre fue, en realidad, lo único que había. No tener nada debajo, ni al lado ni dentro salvo el amarre a un ancla imaginaria. La sensación íntima y personal y profunda y solemne de que sólo soy corriente amoldándose a las tierras que albergan cualquier río. 

No creo que haya muchos marineros que, como yo, jamás hayan gobernado un barco. Pero estoy segura de que todos sabemos dónde está el timón de nuestro navío aunque no nos sirva para llegar a puerto. 

lunes, 12 de febrero de 2018

Brota

La tristeza es bella, dicen los que ya no la sienten. Porque cuando estás dentro y la traquea parece un nudo de abejas enfadadas y te duele el pecho y crees que se te están cayendo trocitos de corazón por el bolsillo de la camisa, francamente, la tristeza es una mierda. 

Podéis venir, los tristes, a decirme que no es cierto, que son bonitas las hojas que se caen de los árboles y los añicos que quedan de ellas después de ser atropelladas por las ruedas delanteras de un camión conducido por un soñoliento basurero. 

La tristeza es bella, dicen los de enfrente. Los que desde lejos oyen caer la lluvia, los que no se mojan, los de los pies cercanos al leño y las sábanas limpias recién puestas. 

Yo, que la veo en el teléfono, en los textos que me escribes, en todos los espacios en blanco entre tu 'hola' y tu 'hasta luego' de los últimos emails, también puedo decirte, desde lejos, desde el futuro de mis lágrimas de ayer, que no es bella tu tristeza, pero que cuánto tienen de ella los ojos que la lloran, tan intensos, tan íntegros, tan honestos.  

Eso es lo único que tiene de belleza la tristeza, que hace bello al que la siente. Sólo eso. 




jueves, 1 de febrero de 2018

Corre, corre

¿Sabes lo curioso de todo esto?
Que te vas a morir sin tener ni puta idea
de lo que era realmente amar.
Y que sonreirás allá abajo,
o arriba que no lo sé,
pensando en lo absurdo
de tu camino BUSCANDO
debajo de los árboles,
entre las piedras,
en la contraportada de un libro,
en el hueco que se formaba entre tu boca y su cuello,
en el sexo,
en las ratas callejeras,
en tu cuenta bancaria,
en las fresas con nata,
en el legado que tus padres te dejaron,
en follar,
en esperar,
en decir muchas veces te quiero a ver si así,
en recordar,
en olvidar,
en empezar de nuevo,
para saber,
que no había nada que encontrar,
porque ya estaba en el momento
en el que tu madre decidió parir.

¡Oh! Y se parecía tanto a ti...